Artísticamente vivo

El arte en todas sus expresiones ha sido como un mantra vital. De pequeño me encantaba vestirme con la ropa de mis padres e imitarles o pintarme la cara para de repente ser cualquier animal imaginario o incluso inventarme historias fantásticas que me alejaran un poco del pupitre en el que hacía los deberes.

En esos cuentos que me llevaban a mundos inexplorados descubrí cuál era mi pasión, mi verdad: vivir mil historias para verme un poco representado en cada una de ellas y asimismo poder aportarles algo de mí.
El teatro ha sido mi refugio: en la niñez, para soltarme; en la adolescencia, para protegerme y en la adultez, para guiarme.

A lo largo de mi formación como interprete he reconocido pasiones, anhelos, bloqueos y también he descubierto que nunca dejaré de descubrir cosas, ya que para el actor, la vida en sí misma es una escuela en la que estás en aprendizaje continuo, o así lo entiendo yo.

Si el teatro me ha acompañado toda la vida, podríamos pensar en el mundo del audiovisual como un amigo reciente. Empecé a trabajar en audiovisual a través de un máster de cine en el que me encontré con la intimidad, lo pequeño y el detalle. Y qué bonito trabajar con este código.

El canto, el baile, la escritura… Son muchas las cosas que han trazado mi camino; mi vida y mi energía quiero dedicárselas al arte.

A ser actor.